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Negro sobre negro
El noruego Jo Nesbø (Oslo, 1960) es uno de los grandes nombres de la novela negra internacional. Con 60 millones de libros vendidos en todo el mundo, traducidos a 50 idiomas, cada nueva obra es acogida con entusiasmo por sus seguidores. En esta ocasión el protagonista no es el inspector Harry Hole, su más icónico personaje, sino que en El rey de Os prosigue la historia de los hermanos Carl y Roy Opgard que presentó en El reino. Esta semana habló con este diario y no sólo de literatura.
Pregunta.–¿Cómo se convive sabiendo que cada libro que escribe es esperado por millones de personas?
Respuesta.–Empecé escribiendo para los amigos e intento mantenerlo así, pensando que escribo para ellos, así no siento lealtad alguna hacia mis lectores, mis agentes o mis editoriales. Creo que esto es bueno para un autor, el hecho de no sentir obligación alguna. Posiblemente en este sentido soy un egoísta, porque escribo sobre aquello que únicamente me hace disfrutar. A decir verdad, supongo que esto es bueno también para los lectores.
P.–Cuando presentó El Reino dijo que la relación entre los hermanos Opgard era como la de Caín y Abel. ¿Este libro, El Rey de Os, sigue esta misma estela?
R.–Sí. Sin hacer demasiados spoilers, diría que los temas bíblicos aparecen en muchas de mis novelas. Y no es que yo sea un lector ávido de la Biblia, pero tiene algunas de las mejores historias que hay. El motivo por el que elegí el tema de estos hermanos ya no era solo por la Biblia, sino porque yo tenía una relación muy estrecha con mi hermano pequeño. Jugábamos al fútbol en el mismo equipo, tocábamos en el mismo grupo hasta que él falleció. Y para mí escribir sobre estos hermanos, aun cuando Carl y Roy no tuvieran esta relación tan estrecha como yo tenía con mi hermano, me apetecía. Es más bien la cuestión de la intimidad, de la competencia que hay entre los hermanos. Nosotros competíamos, discutíamos y nos peleábamos, pero también nos lo pasábamos en grande, nos reíamos muchísimo. Eso sí, en el caso de Roy y Carl hay secretos oscuros que vienen del pasado y no voy a decir que yo y mi hermano tuviéramos algo así escondido.
P.–Pasa el invierno escalando y escribiendo en la provincia de Málaga. Teniendo en cuenta que cada vez existen más organizaciones criminales en la Costa del Sol, ¿se ha planteado situar alguna de las tramas de sus novelas en Andalucía?
R.–Bueno, como paso tanto tiempo en España, es más probable que nunca que esto acabe ocurriendo. Pero ahora mismo no tengo planes de hacerlo, aunque he situado ya un relato breve en San Sebastián y otro en Pamplona.
P.–Afirma que sus novelas al final son una especie de relato de la condición humana. En este caso, en esta segunda parte de El reino, vemos cómo los hermanos se van a enfrentar a todo hasta las últimas consecuencias para poder mantener su éxito y sus proyectos a flote. No sé si para usted hablar de estos seres humanos que se acaban convirtiendo en depredadores es cómo retratar esta sociedad tan salvaje en la que vivimos.
R.–La clave está en que la búsqueda de la felicidad es algo que necesita de una actitud positiva, pero también es un objetivo a menudo individual. Con las elecciones que acaban de celebrarse en Estados Unidos da la impresión de que el objetivo de la solidaridad se ha visto más debilitado y que el individualismo es lo que sigue adelante. En este pequeño pueblo, el de Os, ocurren las dos cosas. Los hermanos, por un lado, están luchando por sus conciudadanos, y por otro, por ellos mismos, así que es un poco una combinación de enriquecerse en lo individual, pero también contribuir a la sociedad.
P.–¿Tiene la sensación de que estamos viviendo un momento peligroso de la historia? Guerra en Gaza, guerra en Ucrania, la vuelta de Donald Trump, la inteligencia artificial...
R.–Igual, a toro pasado, no es tan dramático. Por ejemplo, si nos fijamos en los 70, podría parecer que fue la mejor década en la que vivir como joven. Pero luego, si miramos más detenidamente, vemos que era un momento en que la gente tenía miedo a una posible guerra nuclear, había mucha contaminación, había un elevado índice de desempleo en muchos países, organizaciones terroristas en Italia, en Irlanda del Norte, en Alemania..., y en las grandes ciudades había un índice de delincuencia mayor que nunca. En Manhattan, por ejemplo, no podías andar seguro por las calles de noche. A mí ahora mismo me preocupa la tendencia de que uno de los países con uno de los ejércitos más poderoso del mundo haya elegido a un presidente que ha designado a un grupo de personas que no nos hacen sentir seguros. Pero dentro de diez años, a saber cómo juzgamos estos tiempos actuales.
P.–En un género tan popular como la novela negra, ¿cuesta encontrar nuevas tramas, nuevos personajes, nuevas maneras de matar, y más con una carrera tan prolífica como la suya?
R.–Seríamos ingenuos si pensáramos que uno como autor puede encontrar nuevos temas. Lo que hacemos, básicamente, es repasar una y otra vez los mismos. Como decía antes, un poco en la Biblia, hace dos mil años, ya aparecen los grandes temas para la condición humana o para la sociedad. Así que lo que estamos haciendo, si acaso, son variaciones sobre esos temas, pero esto no quiere decir que no tenga sentido seguir tratando estas cuestiones, porque siempre será en un contexto distinto y nuevo.
P.–Hace un año le preguntaban a Ken Follett si le preocupaba la inteligencia artificial, sobre todo el uso de ChatGPT para la creación de textos o de obras. Su respuesta fue muy buena, porque vino a decir que una mañana se levantó, se sentó, y le preguntó a ChatGPT si podía escribirle el primer capítulo de una obra de Ken Follett. Y el resultado, dijo, fue horroroso. En su caso ¿le preocupa esta tendencia de gente que empieza a utilizar ChatGPT, por ejemplo, para escribir poesía?
R.–Si pudiera, y si fuera una poesía bonita, si te conmoviera, sería porque detrás de esa inteligencia artificial hay emociones humanas y pensamientos humanos. Si es hermoso y nos emociona, no me preocupa. Igual significa que muchos autores se quedarán sin trabajo, pero así es la historia del mundo. Siempre ha habido ocupaciones, oficios, que estábamos acostumbrados a hacer y que al final acaban siendo obsoletos o que no se necesitan. En un momento u otro siempre nos ha preocupado esto. No estoy seguro de que la inteligencia artificial acabe asumiendo el papel de los escritores en un futuro cercano. Porque, por ejemplo, también así sucedía en el sector de la música, cuando se empezaba a utilizar música creada con IA o incluso con los sintetizadores. ¿Se preocupaban si las orquestas sinfónicas o los cuartetos de cuerda se quedarían sin trabajo? Pues bueno, han pasado ya 50 años de eso y no es el caso. Así que yo creo que, como mínimo, en un futuro cercano, la inteligencia artificial, si acaso, será un complemento que nos resultará útil. Igual soy ingenuo en mi optimismo, pero no creo que me vaya a quedar sin trabajo en los próximos 20 o 30 años. Y si es así, espero que sea porque me hayan sustituido por algo mejor.
P.–Parece que están adaptando otro de sus libros para el cine. ¿Nos puede dar más detalles?
R.–Yo he escrito la novela, y si un director o productor con talento me viene y me piden utilizar mi obra para que otra gente creativa, ya sean actores, directores, que les respeto, la utilicen, pues, ¿por qué no? Mi obra ya está hecha en este sentido, y tampoco me centro mucho en que mis historias se reproduzcan del mismo modo que aparecen en los libros. Espero que esto lo puedan utilizar como punto de partida para contar otra historia. Cuando lo dejo, pues ahí se lo dejo. Y cuando yo participo individualmente, como ahora, por ejemplo, en una serie de Netflix basada en Harry Hole, esto ya es otra cosa, pero tampoco en este caso creo que tenga que utilizar la historia del mismo modo que está en la novela. De hecho, me resulta más fácil matar a aquellos que más me gustaban o cambiar los libros a la hora de adaptarlos a la pantalla.
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