Esa pintura que descubre un lenguaje personal y hasta intransferible
Crítica de arte
La artista alemana Uta Geub, afincada en Sanlúcar de Barrameda desde hace años, comparecerá próximamente con una muestra relatora de su intensidad labor pictórica
La mágica racionalidad del paisaje
Existen personajes que, por una cosa u otra, se encuentran estrechísimamente vinculados a la población donde residen; a veces, mucho más que a aquella de donde son. Uta Geub es un ejemplo claro de ello. En Sanlúcar, Uta es alguien muy conocido. No me equivoco si digo que si se le pregunta a muchos sanluqueños el nombre de un artista de allí; casi seguro que te dicen, sin dudarlo, el de Uta. Estoy seguro de ello. Ella es pintora de todo lo que acontece en la población de la Desembocadura del Río. Ha pintado la Semana Santa, la Feria, el Rocío, la gente de Sanlúcar, sus delicias culinarias, los toros, las más que centenarias Carreras de Caballos. Todo. Y todo lo ha hecho en base a su pintura, con su especialísima manera creativa, atendiendo a su credo artístico; sin ceñirse a exigencias de nadie, ni a imposiciones de modas, ni a los gustos espurios de los que encargaban las obras. Ella es ella y su pintura. Lo demás, autores actuantes con poco que decir. Y eso el pueblo lo sabe y lo valora tremendamente.
Uta vive en Sanlúcar desde hace tiempo. Es alemana; de apariencia y, creo, que de orden -sobre todo con ella misma-. Es rigurosa, sobria, parca en el habla, con mucho deje de guiri sin remedio, aunque sabiendo torear a la lengua con la mano baja. Reside en lo alto de la ciudad desde donde se divisa lo mejor de la misma; allí pinta conscientemente, sólo con la atadura de una autocrítica demasiado estricta.
A Uta la conocí personalmente de la mano de Paco Pérez Valencia, otro sanluqueño que no ofrece duda y que es pura denominación Sanlúcar; con él de la mano jamás te vas a equivocar. Si se prestó a hacer de introductor es porque lo que iba a ver valía la pena... y mucho. Una vez contemplando la obra detenidamente, el observante sabe lo que hay y, sobre todo, sabe a qué atenerse. Uta posee un lenguaje artístico personal y hasta intransferible. Con su pintura no te equivocas; parte de un planteamiento pictórico bien desarrollado desde el conocimiento de una técnica poderosa que se sustenta en un dibujo tan contundente como determinante. Éste actúa como perfecta cimentación para lo que va a venir: un proceso creativo marcado desde las más expectantes marcas cromáticas; un color activo, que vibra y hace vibrar; que canaliza los esquemas de una realidad que ella somete a su antojo para extraerle el más apasionado sentido plástico. Además, en la pintura de Uta conviven a la perfección la grafía del dibujo y la mancha colorista; dos aspectos que nunca se interponen, sólo interactúan dejando bien a las claras cuáles son las posiciones de una y otra. Así, aparece la representación de un entorno y sus figuras que van más allá de la simple ilustración de lo real. Es la pintura personalísima de Uta; esa que deja entrever los esquemas de un nuevo pop donde la realidad queda totalmente matizada por la fuerza de unas imágenes que ella magnifica con la potencia desmedida del color y una tenue desmesura de la propia línea gráfica del dibujo.
En la pintura de la artista nacida en la ciudad alemana de Friburgo nos encontramos con una feliz interpretación de la realidad; con su representación maximizada, lo que permite que se abran nuevos caminos para dar sentido a la visión mucho más extrema de lo que acontece alrededor. Los registros que marcan los esquemas de lo que vemos -o queremos ver- son planteados con determinación, accediéndose a los espacios creativos con el poder de la imagen, esta vez potenciada por una expresión colorista que incita a la mirada hasta que ésta se adecúe a los desenlaces representativos que Uta plantea sin restricciones. El espectador, ante la explosión cromática que parece desdibujar lo real, busca encuentros mediatos, indaga, fuerza esa mirada hasta toparse con esos elementos sutilmente delimitados que constituyen las bases de una pintura que es figurativa, pero marcada por unos argumentos que diluyen lo que ilustra la realidad y abre nuevas perspectivas tanto en el fondo como en la forma.
La pintura de Uta destila personalidad; una personalidad que no es impostada ni hecha para jugar a ser moderno ni a pretender llamar la atención queriendo ser distinto. Tras cada cuadro se adivina el gesto supremo de la creación; es decir, poner en orden plástico el germen sustancial de una idea. Algo que ella hace con lucidez y serenidad; sabiendo lo que hace y lo que quiere hacer, dando trascendencia al acto pictórico y abriendo caminos a una pintura con infinita solvencia. Su obra es nueva pero configurada a la manera clásica; concediendo potestad a los planteamientos eternos de una pintura sabiamente concebida y tratada con la mayor conciencia artística. Su trabajo no deja indiferente desde esa posición asimilada a la estética pop que deja traslucir una ilustración abierta a todo lo buena de una pintura sin reveses ni extravagancias.
El encuentro con la obra de Uta descubre a una pintora que sabe a ciencia cierta por dónde discurre el buen sentido de lo artístico. Lo va a demostrar en su próxima comparecencia en los jerezanos claustros de Santo Domingo, con una pintura veraz, llena de registros y con las esencia del color y el dibujo materializando un sistema geométrico lleno de intensidad pictórica. Estaremos informando.
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