Fútbol El Cádiz CF, muy atento a una posible permanencia administrativa

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

No merece la pena, señor Sánchez, dimita

El texto bascula entre el verbo de los demagogos, la cursilería intelectual y el lloriqueo adolescente

Pedro Sánchez, ayer, en el Congreso.

Pedro Sánchez, ayer, en el Congreso. / DS

SE pregunta usted en su ya famosa carta, señor presidente, si merece la pena seguir en la presidencia del Gobierno después de que un juez haya cumplido con su obligación y haya decidido investigar las actuaciones como lobista de su mujer. Desde luego que no merece la pena, así que no espere al lunes y dimita ya, directamente, sin más dramones ni misivas que lo único que pretenden es chantajear emocionalmente a la ciudadanía. Su carta, presidente, es uno de los textos más sonrojantes que hemos leído en nuestra vida. Además, se salta todas las buenas maneras democráticas. Ningunea a la figura del Rey (una de sus aficiones favoritas) y desprecia a las cortes. Un presidente serio no amaga con dimitir. Si lo tiene claro da el paso sin más y, antes de hacerlo público, se lo comunica al Rey y va al Parlamento a dar explicaciones. Así actúa un gobernante respetuoso con las instituciones y con la inteligencia de sus gobernados.

De la carta chirría todo, absolutamente todo. Su calculado lloriqueo, su autovictimización indigna, su señalamiento de medios de comunicación y de partidos políticos que lo único que hacen es cumplir con su obligación. Y, por supuesto, más que reprobable es la presión que ejerce sobre un juzgado de Madrid. Claro que su mujer es inocente hasta de que se demuestre lo contrario, pero nada ni nadie la pone por encima de la actuación de la oposición, la prensa y, sobre todo, la justicia. Deje de azuzar a sus incondicionales contra la derecha, los periodistas y los magistrados. Es algo peligroso. Por supuesto que la política, a veces, es una labor impropia de caballeros. Por supuesto que es sucia. Bien lo debe saber quien tanto ha mentido a los ciudadanos, ha indultado a delincuentes y corruptos para renovar la presidencia y ha pactado con exterroristas que no han mostrado siquiera el más mínimo arrepentimiento.

Su carta busca el calor de la ciudadanía con un tuteo y una promiscuidad propia de esos caudillos bananeros que son tan del gusto de su ideólogo de cabecera, el ex presidente Rodríguez Zapatero. El texto bascula entre el verbo más encendido de los demagogos, la cursilería intelectual (la cita de Umberto Eco es de traca) y el lloriqueo adolescente. Una vez más ha vuelto a hacer historia, pero en el sentido más negativo de la palabra. No sabemos si estamos ante uno más de sus trucos o, sencillamente, es que se ha cansado de cabalgar a Pegasus, el caballo alado reservado a las nalgas de Zeus. En cualquier caso, proceda y dimita, no espere al lunes. ¿Para qué?

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