Un broche festivo en las salinas
Conferencia de Culturínsula sobre la despesca en San Fernando
Alejandro Díaz habla de los aspectos lúdicos y sociales de la despesca en las salinas de los siglos XIX y XX, con la que se cerraba la temporada de labor
San Fernando/La llegada, la despesca, la comida y la sobremesa son las cuatro partes en las que divide Alejandro Díaz Pinto, doctorando en Humanidades y Comunicación, el despesque en las salinas isleñas durante los siglos XIX y XX, una parte de la tesis doctoral que prepara y de la que hizo partícipe esta semana a los asistentes al ciclo Culturínsula. "El principal aspecto lúdico de la vida en las salinas era la fiesta de la despesca, que era una especie de rito. Un broche al periodo de labor, al ciclo vital de la actividad en las salinas a lo largo del año, que no se entiende sin que se abroche con esta celebración. Una manera de premiarse por haber culminado con éxito el periodo de recolección y una forma de motivarse de cara a la siguiente temporada", explica el ponente de La despesca: ocio y ritual en la historia de la industria salinera.
La historia de las salinas de la Bahía de Cádiz a través de las fuentes periodísticas del siglo XIX y XX (entre 1810 y 1975) es el objeto de la tesis doctoral que Díaz prepara. "Es un estudio transversal sobre política, economía, temas de género, movimientos sociales, con una segunda parte centrada en lo etnográfico, en lo cultural. Me fijo en la microhistoria, en la cultura popular, las anécdotas, el modo de vida", detalla el ponente. En esa segunda parte costumbrista e incluso de folclore se enmarcan las fiestas de las salinas, y más concretamente la despesca. "No es una fiestas más. Tiene una gran carga simbólica”, comenta. Va más allá, insiste, del acto en sí: del momento en que "los operarios se tiran al agua, remangados, con los pies metidos en el fango; colocan la red en el fondo del estero y la levantan por los extremos; avanzan mientras que el estero se va desaguando y los peces quedan concentrados en una hondonada; y los trasladan a tierra firme", describe.
Pero además a Alejandro se aproxima desde un punto de vista histórico y periodístico al tema. Para ello rescata testimonios de autores, periodistas, articulistas y científicos, de cómo viven e interpretan esa jornada festiva. La primera fuente es de 1899 y son unas memorias que se remontan a los años 40 del siglo XIX.
"Son muchos autores, pero están por ejemplo José Ortega Munilla, padre de José Ortega y Gasset, que estuvo en una despesca en la salina Dolores en 1889; el poeta ecijano Benito Más y Prat, Salvador Valverde, José María Carpio –colaborador asiduo de Diario de Cádiz en el siglo XIX que recopila sus artículos en el volumen Cosas de La Isla– o Julio Guillén, que era bibliotecario de la Real Sociedad Geográfica. "En 1944 da las claves de lo que es la despesca como concepto", apunta Díaz. Se refiere a la disyuntiva que se plantea a la hora de hablar del acto de sacar peces del agua al que no se llama pesca. "Es porque se considera que está pescado desde que entra a principios del año en el laberinto de caños de las salinas. Cuando se abren las compuertas y entra el agua nueva, en la que se va a criar entre comillas los cristales de sal, ya se considera que están pescados. Cuando se sacan después de la temporada de labor a partir de otoño lo que se hace es despescar, porque privas al estero de la pesca”, explica.
Una de las cosas curiosas que el conferenciante compartió con los presentes en el Zaporito fue la cuestión del léxico. Alejandro Díaz hizo hincapié en el tema de que es despesca y no pesca, pero también en el uso del término despesca o despesque. "Todos los autores consultados del siglo XIX y hasta 1960, todos sin excepción, hablan de despesca. El primero que usa despesque es Manuel Marlaska, en un reportaje de la revista Blanco y Negro, y cita los dos términos. A partir de ahí ABC, el periódico más activo durante el franquismo, va a sacar cosas de este tipo y en la mayoría de las veces se refiere a ello como despesque. Es lógico que las generaciones vivas estén acostumbrados a llamarlo de esta forma”, cuenta.
Otra parte en la que se detiene el doctorando al tratar el tema de la despesca en las salinas se centra en el modo en que se desarrollaban. Las Memorias de Alejandrina Gessler y Shaw, Madame Anselma, una artista que se crió en Cádiz pero marchó a París más tarde, y que recuerda estas fiestas donde "la gente se tumbaba a la pata llana, iba con todo encima y había cante flamenco en la sobremesa". Federico Obanos, incluso, mencionaba la "complicidad" entre los obreros y los invitados. "En la sobremesa se compartían anécdotas, se contaban chistes, había cante y baile y los más jóvenes hacían juegos. Como las carreras de burros entre la marisma y tierra firme en la que estaban los hormiguillas –los niños de los operarios que transportaban la sal desde el barachero hasta el salero–. ¿Por qué participaban todas las clases sociales y se mezclaban? No es que fueran democráticos, sino que hacían falta al saber manejar a los burritos", expone.
La evolución de la fiesta y algunas de las personalidades que vivieron una despesca fueron otros de los aspectos tratados por Alejandro Díaz en su ponencia, la tercera tras las presentaciones de María Elena Martínez Rodríguez de Lema y de Yolanda Muñoz Rey, que estuvo amenizaba además por el flautista Alberto Domínguez.
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