Feria del Carmen de San Fernando: Las mujeres nunca fallan en su día

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Feria del Carmen de San Fernando: Las mujeres nunca fallan en su día
Feria del Carmen de San Fernando: Las mujeres nunca fallan en su día / Germán Mesa

San Fernando/La Feria del Carmen de San Fernando es una feria nocturna. Hace el esfuerzo de parecerse a otras fiestas del entorno, pero cada año se enfrenta a las altas temperaturas y muchas veces al viento, especialmente el levante. Y eso merma sus posibilidades. No importa: la noche, están demostrando estas jornadas celebradas, merece la pena. Eso sí, ni el viento, ni el calor derrumban por más que quieran el Día de la Mujer, que de nuevo hizo este jueves que el recinto ferial –este año, el Parque Almirante Laulhé– luciera un gran ambiente.

Buena parte de las casetas llenas, en especial aquellas que dan servicio de comida, era la estampa que ofrecía el céntrico parque porque las mujeres, muchas, como es tradicional en su día –pero también hombres y algunos niños–, respondieron a la cita con la Feria del Carmen. Este año, además, con el refugio que supone este espacio verde frente al rigor de la temperatura.

En el parque había hoy dos modelos de feria: el del la zona de arboleda, de sombra, donde podría decirse que había un microclima, y el que ofrecía la superficie de la bolsa de aparcamiento usada estos días para albergar casetas, a pleno sol, como si se tratara del recinto de La Magdalena. Eso no evitó que durante la comida la mayoría de las instalaciones de ese rincón estuvieran repletas e hicieran buena caja, y que incluso por allí se dejara ver algún que otro caballista.

Como en otras ediciones algunas de las casetas ofrecieron con las consumiciones degustaciones, salmorejo, arroz, tortillita de camarones o papas aliñás, que se mezclaban con los platos tradicionales de una feria: choquitos, lagrimitas de pollo, tortilla, chicharrones o ibéricos y queso. Todo regado con mucha bebida, para sortear los calores. Un proveedor de Cruzcampo aseguraba que está vendiendo más que en otros años.

Otra forma de combatirlos es optar por ropa cómoda, de pantalones o faldas cortas o vestidos de tela final, lo que aleja este fiesta de otras en las que el traje de flamenca resulta casi obligatorio para pasear por el real. Algunas atrevidas -como las salineras- quisieron lucirlo.

Por supuesto, se luchaba contra la temperatura a golpe de abanico, mientras charlaban, mientras comían, mientras bailaban. La trasera del escenario del auditorio resultaba el lugar perfecto para todo ello: en una mezcla entre quienes ocupaban las mesas para disfrutar de las viandas, y quienes movían el cuerpo al son del ritmo del hilo musical pinchado por el dj, de sevillanas y rumbas, esenciales en estos festejos. Y más tarde con el grupo Las Zarzanas, que ya cuando hacían la prueba de sonido poco después de las cuatro de la tarde había congregado a un gran número de ciudadanos.

"Que no nos falte de , que no, que no", sonaba por los altavoces, y muchas mujeres cantaban a la vez, porque había ganas de pasar un buen rato en esta feria que está gustando a muchos isleños.

Vivir la noche

Las academias de baile Tronío y David Nieto hacían las delicias de quienes se acercaron a la Caseta Municipal –el reconvertido auditorio– para disfrutar de la noche del miércoles, luego llegaría la propuesta de Luis de Perikín. En el resto del parque los asistentes paseaban o degustaban su cena.

Esta velada, quizás la más floja de las jornadas de la Feria del Carmen y de la Sal, era perfecta para observar al respetable: a los padres que orgullosos hacían fotos y se hacían fotos con sus hijas, muchas apenas unas bebés, vestidas de flamencas, y alguna que otra de salinera; la nota discordante de las mujeres que aparecieron ataviadas con el traje de faralaes (una veintena eran muchas) o el señor que a ritmo del reggaeton de Tacones Rojos de Sebastián Yatra bailaba con pasos mecánicos a un lado y a otro, mientras alrededor todos solo hablaban.

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