Camarón de La Isla, Camarón de la Venta

La Venta de Vargas abre sus puertas a Diario de Cádiz para compartir con los lectores diversas anécdotas sobre el mayor genio que san Fernando dio al flamenco

Homenaje a la leyenda en San Fernando: "Yo te canto, Camarón"

Fotografía tomada en las callejuelas de San Fernando en la que aparecen Camarón, su amigo José Álvarez y parte de la familia de la Venta: Manuela Fontao y Lolo Picardo Lobato. / Germán Mesa
Antonio Zambonino

07 de julio 2024 - 06:00

San Fernando/“Mi padre me contaba que cuando Manolo Caracol vio cantar a Camarón por primera vez en la Venta cuando este era un niño dijo algo así como que un gitano rubio no iba a llegar nunca a ser artista. Evidentemente, la Historia luego demostró que Caracol no podía estar más equivocado, aunque ese comentario fue una espinita que llevó clavada Camarón durante casi toda su vida, ya que él idolatraba a Caracol”. Así lo relata el gerente de la Venta de Vargas, Lolo Picardo, que ha abierto las puertas de este templo de la gastronomía y el flamenco a Diario de Cádiz para compartir con nuestros lectores diversas anécdotas sobre José Monje Cruz durante la semana en la que se han cumplido treinta y dos años de la muerte del cantaor. 

Casi todas vienen de sus padres y tíos. Trasmitidas de boca a boca, de sabio a sabio y de generación a generación. Como si de una cultura ancestral se tratase. Algunas os podrán sonar y otras os serán totalmente desconocidas, pero todas son reflejos de momentos únicos de la vida de este genio, eterno e irrepetible.  

El genete de la Venta, Lolo Picardo, junto al cuadro de Alex Cano que plasma el relevo de Caracol a Camarón. / A.Z.

Y es que la saga familiar al frente de este centenario establecimiento está más que autorizada para hablar de Camarón, ya que el artista se crió en parte en la Venta y su entorno durante su niñez y juventud y allí se le quería como uno más. “Los sobrinos de los dueños (mi padre, mi madre, mi tío Lolo, mi tía Conchi) eran sus amigos de la infancia y Camarón venía a la Venta como a un sitio en el que estaban sus amigos. Incluso hacía mandados con mi padre y comía habitualmente con la familia. Así fue entrando en la Venta de Vargas poquito a poco”, explica Picardo.

El responsable de este establecimiento recuerda que el padre de Camarón tenía la fragua cerca, en la calle Amargura, y que el lugar de juego y correteo de José cuando era chaval era la plaza de toros, que también está situada muy cerquita. Camarón frecuentaba además la playita del Puente Zuazo para bañarse “Él era muy aficionado a los toros. Antiguamente aquellos que buscaban una oportunidad como torero se iban a la puerta de la plaza cartel en mano y a él le encantaba toda ese movimiento”, subraya el hostelero isleño.

Polizonte a bordo

Precisamente, una de las primeras anécdotas que nos ofrece el gerente nace de esa afición de Camarón por el mundo del toreo. “Este episodio lo conoce muy poca gente y a mí, precisamente, me lo contó uno de los involucrados. Con doce o trece años, en una de estas que estaba en la puerta de la plaza de toros, Camarón y dos amigos, uno de ellos llegaría luego a ser agente de la Policía Local, decidieron que había llegado el momento de viajar a Madrid para pedir la alternativa en la plaza de toros de Vistalegre. Y ni cortos ni perezosos se colaron como polizones en la parte de equipajes de un tren con destino Madrid con tan mala suerte que pillaron a los dos amigos y los bajaron”, indica Lolo Picardo.

Instantánea de una de las numerosas visitas del artista y su familia. / Germán Mesa

“Cuando fueron a buscar a Camarón este no aparecía por ningún lado. Aquello fue un escándalo y los padres tuvieron que ir a recoger a los niños en una comisaría de Madrid. Para sorpresa de todos cuando volvieron a San Fernando Camarón les estaba esperando allí. Él no tardó en ver la ‘aguja mareá’ y se bajó del tren en Jerez para volver a su casa”, señala el responsable de la Venta.

¡Es un viejo!

Camarón también acudía a la Venta para disfrutar del duende de los artistas que en ella a menudo actuaban, figuras de la talla de Caracol, Lola Flores, La Perla o Pericón. “Le encantaba quedarse asomado a la ventana y ver como la magia sucedía aquí dentro”, detalla el gerente.

Fue entonces cuando Camarón comenzó a echarse unos cantes en la Venta. “Cada vez entraba más porque a mi tía le encantaba su forma de cantar. En esta época fue cuando tuvo lugar el primer y amargo encuentro con Caracol, que cada verano establecía en nuestro establecimiento su cuartel general, dormía en las habitaciones de arriba y desde aquí se desplazaba a sus actuaciones en la Bahía. Con unos once años de edad José cantaba todos los palos y tenía voz de adulto cuando se arrancaba. De hecho, cuando Rocío Jurado le vio cantar exclamó: “¡Es un viejo!”, cuenta Picardo.

Picardo, señalando una foto de su madre y su tío Paco con Camarón. / A.Z.

Las cosas se fueron sucediendo y la Venta de Vargas se fue forjando como una auténtica cantera de talentos flamencos. Y entonces fue cuando los tablaos de Sevilla, Málaga o Madrid venían a la Venta a buscar artistas. Miguel de los Reyes escuchó a Camarón aquí y se lo llevó a Málaga con un permiso de la madre, ya que era menor de edad. Ese fue su primer contrato formal. 

Los carniceros siesos

“Un día llegaron dos carniceros con mucho dinero a la Venta y preguntaron a mi padre por aquel niño que cantaba tan bien para que actuase para ellos. Entonces mi padre fue raudo y veloz por Joselito y se lo trajo subido en el cuadro de la bicicleta. Una vez empezó a actuar los carniceros se iban dirigiendo a él de muy malas maneras pidiéndole que cantara y preguntándole si quería más dinero mientras lo tiraban encima de la mesa. Entonces Camarón les miró de mala manera y se marchó”, señala el gerente. 

Por mucho que le hiciese falta el dinero a él y a su familia, José tenía un alto sentido de la dignidad y del orgullo y no consentía ni que se le tratara como un mono de feria ni que se le pisoteara a su raza. Él decía que no cantaba para cualquiera. Y así era. Una vez se habían marchado los carniceros y había renunciado a todo ese dinero le pidió una moneda a mi padre para coger el autobús y marcharse a Cádiz”.

or unos naranjos

Hay un suceso que, tal y como cuenta el gerente, forzó que, tras un tiempo sopesándolo, Camarón se fuese finalmente a Madrid a probar suerte. “En los años de la dictadura plantaron unos naranjos en el tramo de la calle Real que va de la Venta al Ayuntamiento y el día siguiente amanecieron todos rotos. Tras investigar, la Policía averiguó que fueron dos o tres chavales que la noche anterior habían estado de juerga en la Venta. Los culpables, a algunos le cayeron hasta cinco años de cárcel, dijeron que Camarón estaban con ellos, pero era mentira. Mi propia tía lo confirmó a los agentes y mi padre aclaró que había estado toda la noche con él”, detalla Picardo.

Mural sobre el bautizo del hijo menor del cantaor en la Venta. / Germán Mesa

“Este suceso había dejado a Camarón con la mosca detrás de la oreja y con el convencimiento de al final le iban a coger por cualquier tontería, por lo que tomó la decisión de marcharse a Madrid. Como no tenía dinero para hacerlo se lo dijo a mi padre y éste no dudó en ir a Casa Pilo para empeñar una esclava de oro que le había regalado su tía por la que le dieron 600 pesetas. Luego le dio el dinero a Camarón, prepararon unos bocadillos en la Venta y le acompañaron a la estación de tren junto a Rancapino. El resto es historia ya conocida por todos: su contrato en Torres Bermejas, grabar discos y un éxito tras otro”, relata el hostelero.

El testigo del flamenco

El gerente recuerda que agosto de 1969 se inauguró en Cádiz la Calle Pericón de Cádiz en vida de este artista. Luego para seguir celebrando la inauguración llegó al reservado de la Venta un grupo entre el que estaban la escritora Carmen Martín Gaite, Félix Grande, el Niño de los Rizos, Antonio Murciano, María Vargas, Caracol y Camarón. Y allí se produce un legendario duelo por fandangos entre Caracol y Camarón, con el Niño de los Rizos a la guitarra.

El reservado de Camarón de la Venta es un auténtico museo alternativo sobre el cantaor con fotos e items sobre él en cada centímetros de sus paredes. / Germán Mesa

“Fueron pidiendo que se subiese el traste de la guitarra hasta llegar al séptimo. Caracol estaba ya mayor, moriría tres años después, y tenía que pellizcarse para llegar a ese tono, Camarón, en cambio estaba en su mejor momento y lo hizo con una facilidad pasmosa. Entonces al viejo cantaor no le quedó otra que reconocer el talento de aquel gitano rubio que había despreciado años antes. Para hacerlo le puso la mano en el hombro en un gesto que muchos expertos han interpretado como un paso del testigo en toda regla y como uno de los momentos más importantes de la historia del flamenco en el siglo XX. Un momento que plasma un cuadro Alex Cano que tenemos aquí colgado”, cuenta Picardo.

Y éstas son tan sólo algunas de las muchas anécdotas sobre Camarón que tuvieron a la centenaria Venta de Vargas como testigo o que se escucharon aquí entre vino y vino. Retales de la vida de un genio pasados por el corazón de este templo isleño.

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