La Magdalena, de proyecto estrella a obra maldita

San Fernando/No es la primera gran obra proyectada en San Fernando que se retrasa. La misma rehabilitación del Ayuntamiento se hizo esperar durante la friolera de 15 años. La puesta en marcha del tranvía tardó 16 desde que dieran comienzo los primeros trabajos en la calle Real. El malogrado Parque de la Historia y el Mar tuvo que transformarse en el Navantia Training Centre 17 años después de que se pusiera la primera piedra para aquellos acuarios que nunca se abrieron. Y el centro de salud de Camposoto, que ahora al fin prepara para su apertura, se paró en 2012 y las obras no consiguieron reanudarse hasta 2022. 

Aunque La Magdalena tiene sus peculiaridades, no hay duda. En primer lugar, ocupa una amplia superficie de 120.000 metros cuadrados, espacio que en su mayor parte se utilizaba para aparcar dada su proximidad al centro de la ciudad. Y eso es innegable que ha tenido un impacto especial que los vecinos sufren en primera línea.

Cierto que la zona llevaba años degradada y pidiendo a gritos una intervención –de ahí el proyecto del parque urbano impulsado desde el Ayuntamiento de San Fernando– pero el estado de abandono en el que se encuentra ahora tras dos años de parón y después de que se levantara todo el paseo ha hecho que se convierta en el blanco de numerosas críticas al gobierno municipal. A eso se suma el obligado traslado de la Feria del Carmen y de la Sal al recinto del parque Almirante Laulhé, que solo afecta a una semana del año pero tiene una especial repercusión social, aunque con el cambio se haya conseguido revitalizar una fiesta en sus horas más bajas y haya caseteros que ahora no quieren ni oir hablar de La Magdalena, pero esa es otra historia.

Hace un año, sin embargo, la situación no parecía afectar ni lo más mínimo al gobierno de Patricia Cavada, que no solo consiguió la mayoría absoluta en las urnas sino que se impuso con claridad en todas las mesas electorales de la zona, donde se esperaba que el PSOEflaquera a tenor del conflicto de La Magdalena. Pero a pesar de todo, resulta innegable que el bloqueo de las obras se ha convertido en uno de los principales problemas que el Ayuntamiento tiene entre manos, sobre todo después de que expirara la prórroga de los fondos EDUSI y con ella se perdiera la financiación europea (que se intenta reconducir tras reformularse otras operaciones por valor de 16 millones). 

En este escenario y a estas alturas de la película era de esperar una reacción así por parte del Ayuntamiento coincidiendo con el comienzo del nuevo curso político. A nadie le ha pillado por sorpresa la resolución del contrato. Después de dos años con las obras paralizadas, alguna medida –por impopular que sea– había que tomar para dar un vuelco a la situación. Sobre todo después de que la UTE adjudicataria haya mostrado nulo interés en retomar los trabajos tras la redacción del modificado. 

En La Magdalena se ha cumplido aquello de que todo lo que podía salir mal ha salido mal. Antes incluso de que se formalizara la firma del contrato, la adjudicataria reclamaba ya una revisión de precios, lo que dejaba adivinar problemas. Pero a la inflación, a la incertidumbre del mercado y al difícil contexto de la obra pública en estos últimos años se sumó también el incomprensible fallo cometido durante las catas y estudios geotécnicos iniciales en una zona de relleno de salinas, que obligó a frenar las máquinas cuando apenas había dado comienzo todo. Un 0,6% de los trabajos se ha ejecutado solo. La adjudicataria inició las obras para parar a continuación. La cuestión, ahora, sigue siendo la misma de estos dos últimos años: reanudar los trabajos en el menor tiempo posible.