Concierto de Saurom en San Fernando: 800 sillas eléctricas
Ocio
Saurom triunfa con un 'sold out' en su tierra
San Fernando/Como una entrañable bestia antigua y peligrosa los juglares de la Isla retornaron a su caverna natal para celebrar su 25º aniversario y lo hicieron con toda la profesionalidad que acostumbran. Tras diez giras por América, Saurom sabe algo de esto de la música y lo que demanda su público, desplazado a tierras gaditanas desde todos los lugares de España.
Había expectación por ver la presentación post-covid del último álbum de la exitosa banda de folk-rock. A lo largo de la calle Real de San Fernando, desde la histórica Iglesia de San Pedro y San Pablo hasta la Plaza de Toros donde había de celebrarse el concierto, una hilera de oscuros nazarenos deambulaba buscando el oasis de la sombra de la media tarde. En vez de túnicas vestían camisetas negras y en lugar de capirotes, gorros de arlequín, porque lo suyo no era una penitencia, sino una loa.
Respetando la homilía, Saurom comulgó desde el primer momento con una parroquia entregada. Jamás tantos antitaurinos disfrutaron así en un ruedo, en parte gracias a la impecable organización del evento. Orejas y rabo. Tras una eterna y perfeccionista prueba de sonido, las luces declinaron y comenzó el show: un festival de luces de colores, fuegos fríos, larguísimas llamaradas, potencia de sonido y buen rollo a raudales, que embelesó al millar de aficionados al rock que se congregó a menos de dos kilómetros del escenario en el que actuaba Nathy Peluso; el mismo que ocupó el día antes la controvertida Zahara, que busca relanzar su carrera escandalizando con la imagen de una virgen María a la que Saurom dedicó un LP hace una década.
Los juglares comenzaron su recital con Amanecer y La hija de las estrellas, dos de los temas más escuchados de su nuevo disco, titulado Música, junto a El lazarillo de Tormes. Se le hizo pequeño el escenario a Saurom, en realidad. Dividido el repertorio en cuatro bloques, la incesante mezcla de tonos y épocas hizo la delicia de los asistentes. Para la interpretación de El queso rodante contaron con la aguerrida colaboración de la Asociación Fénix, que ya prestó sus espadas y armaduras en la grabación del videoclip del tema. También participaron en el concierto antiguos componentes de la banda como José Antonio Gil, el Negro, que fue coreado por el respetable, o el talentoso multi-instrumentista Paco Garrido.
Hubo momentos de gran ternura en la noche juglaresca, como la dedicatoria de Soñando contigo a la madre de Antonio Donovan, batería de la banda, fallecida semanas atrás, o cuando Narci Lara confesó que iba a ser en su Isla donde se tocara por primera vez 3, 2, 1, ¡La tierra!, balada dedicada a su sobrino Álvaro.
Pero la bestia que es Saurom andaba desbocada regalando fuego y furia a sus víctimas. El bloque final comenzaba con El carnaval del diablo y la gente agitaba sus manos al viento con fuerza. Aquello no era un concierto sino la tortura china de un público encadenado a ochocientas sillas eléctricas, incapaz de levantarse a bailar o abrazarse violentamente en el pogo sin fin del interior de El círculo juglar. Es lo que toca en estos días menos aciagos; el amor en los tiempos del covid es así. Y de eso se derrochó en cantidades industriales en La Isla: whole lotta love. Muchísimo amor. Por la buena música y por Saurom, que salieron a hombros y por la puerta grande una vez más.
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